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EL CURANDERO Y EL CIRUJANO PLÁSTICO

EL CURANDERO Y EL CIRUJANO PLÁSTICO
La foto es de cuando eran amigos (publicada por Reforma) y el artículo es de la excelente analista política Denisse Dresser que lo publicó el domingo en Proceso bajo el título de Médico vs. Curandero.
 
Está muy bueno y es un análisis de lo que sucedió en la elección, que vale la pena leer aunque esté largo.

Lo reproduzco y los invito también a leer dos post anteriores que tienen que ver con el tema: "Erase una vez un país dividido" y "¿A quién le damos el empleo?".

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Una parte del país preocupada por su salud decidió. Una porción de ese México atribulado eligió. Fue a las urnas y de manera democrática rechazó el diagnóstico que ha hecho —desde hace años— Andrés Manuel López Obrador. El que percibe a la pobreza como cáncer terminal. El que subraya la desigualdad como tumor principal. El que promete una cirugía mayor para extirpar ambas. Rechazado por una pequeñísima mayoría electoral que prefiere seis años más de curitas que una operación incierta. Rechazado por quienes deciden continuar con el mismo doctor en lugar de cambiar de tratamiento. El 35.88% no quiso convertir a AMLO en su médico de cabecera. Pensó que traicionaría la consigna hipocrática: “No causar daño”. Creyó que empeoraría al país con el afán de curarlo.

Y sí, hubo guerra sucia. Y sí, hubo una campaña mediática y política orquestada por Vicente Fox. Y sí, hubo un uso equívoco de los programas sociales en ciertas zonas. Y sí, hubo errores criticables del IFE durante los últimos días. Y sí, Luis Carlos Ugalde merece ser condenado por su incompetencia y los consejeros electorales por su omisión. Y sí, Patricia Mercado le arrebató votos a la izquierda. Y sí, los gobernadores del Norte apoyaron a Felipe Calderón. Y sí, Elba Esther Gordillo también lo hizo. Y sí, el establishment político y económico del país cerró filas ante un médico de provincia que amenazaba con remodelar el hospital.

Pero el hecho innegable es que Andrés Manuel llevaba tres años con una gran delantera que dilapidó. Era su elección para perder y la perdió. Porque a lo largo de la campaña electoral, el político sagaz actuó como chamán. Se erigió en curandero. Se dedicó a ofrecer hierbas mágicas y pociones fantásticas y curas misteriosas. Prometió refundar al país y resucitarlo. Creyó —como Hipócrates— que casos desesperados necesitan remedios desesperados y se dedicó a ofrecerlos, pueblo tras pueblo, plaza tras plaza. Usó la esperanza de mejoría milagrosa como instrumento para ganar votos, para convencer indecisos. Creyó que bastaba anunciar la llegada de la salud, sin pensar con particular claridad cómo garantizarla.

Y para contender dijo muchas cosas lamentables; ofreció muchas prescripciones criticables. Fue doctor de pueblo ante enfermedades globales. Recurrió a las recetas de las tías viejas en vez de disponer del conocimiento de los expertos. Recurrió a la homeopatía en vez de usar los rayos X. Se paró ante México con un maletín lleno de instrumentos de los años 50, para enfrentar enfermedades económicas producto de los años 90. Se presentó como curandero ante una enfermedad terminal, y no explicó a cabalidad cómo lograría vencerla. Convocó a los espíritus del pasado en vez de diseñar las herramientas médicas del futuro.

Por ello los remedios que prometió resultaron más atemorizantes que la enfermedad. Para muchos electores, la peor cura para los males de México era la posibilidad de un presidente que no supiera escuchar. Que fuera renuente a aprender y pensara que no es necesario hacerlo. Que pensara más en cómo redistribuir que en cómo crecer. Que le apostara a la magia de Macuspana por encima de la medicina moderna. Que intentara sanar a México con sanguijuelas y pociones y rezos y buena fe. Que definiera quién merecía vivir y quién merecía morir. Un doctor milagroso que insistió en parecer peligroso.

Porque uno de los primeros deberes de un buen médico es educar a sus pacientes, prescribirles el medicamento correcto o saber cuándo no administrarlo. Las recetas de AMLO convencieron a algunos segmentos del electorado pero alienaron a otros. La campaña del miedo provocó una epidemia nacional porque López Obrador no se había vacunado contra ella. Al contrario, la alimentó con el discurso de la confrontación constante, con la retórica de la división incesante. El país de los privilegiados Vs. el país de los marginados. El México de los de arriba Vs. el México de los de abajo. Andrés Manuel no supo hablar de otra manera y eso lo hundió. No supo actuar de otro modo y eso lo debilitó. Perdió la elección mucho antes del 2 de julio.

Por su obcecación. Por su tozudez. Por no moderar sus posiciones cuando llevaba la ventaja suficiente en las encuestas para hacerlo. Por no atemperar sus posturas y deslizarse hacia el centro pragmático en lugar de atrincherarse en la izquierda recalcitrante. Por no reunirse con los grupos que más le temían antes de que comenzaran la guerra sucia en su contra. De haberse definido a sí mismo como un hombre poco peligroso, se hubiera vacunado ante esa acusación. De haber ofrecido algo menos radical que la amputación de las extremidades superiores, hubiera tenido más pacientes. No hay nada más estimable —según Voltaire— que un médico que ejerce su profesión con cautela y trata a ricos y pobres por igual. AMLO se negó a hacerlo y hoy 247,000 votos de diferencia son el resultado.

Andrés Manuel López Obrador le apostó a un pueblo enfermo y nunca entendió que, con él, no le alcanzaba para ganar. Porque hay una parte del país que sí prospera, aunque sea lentamente. Porque Andrés Manuel nunca entendió que al poner primero a los pobres, asustaba a todos aquellos que no se perciben así. A todos aquellos que no querían arriesgar, sino preservar. A todos aquellos que no querían refundar al país, sino conservar lo poco —o mucho— que han logrado acumular en él. No hay manera de curar a alguien que se cree en buena salud, y una porción del electorado cree que lo está. Allí va cojeando con su crédito, con su vivienda de interés social, con su carro pagado a plazos. El México relativamente pobre que se rehusa a admitirlo y a votar por alguien que lo clasifica así.

Pero esa porción del país que AMLO convenció no va a desaparecer tan sólo porque lo saquen a patadas del hospital. No va a guardar silencio tan sólo por los resultados del conteo oficial del IFE. No va a dejar de quejarse tan sólo porque Felipe Calderón ha sido declarado en ganador oficial. Ese México pintado de amarillo está allí, habitado por millones de mexicanos que confían en López Obrador. Le creen.

Y no es sólo por pobreza o ignorancia como muchos de sus detractores sugieren. Los que votan en su favor piensan que el diagnóstico que ha hecho del país es correcto. Piensan que no es posible seguir tomando aspirinas para combatir un cáncer. Piensan que no es deseable seguir tomando jarabe para la tos ante una pulmonía. Piensan que México necesita algo más que paliativos, algo mejor que placebos.

Y con ellos, AMLO convierte al PRD en segunda fuerza electoral. Con ellos, AMLO duplica el voto para la izquierda en tan sólo seis años. No es poca cosa y él lo sabe. Por eso peleará hasta el último momento; impugnará hasta la última casilla; disputará hasta el último voto. Ha construido un movimiento social y hará todo lo necesario para asegurar su supervivencia. De allí su cuestionamiento al proceso electoral y los resultados que arroja. De allí su posicionamiento poselectoral y los riesgos que entraña. Para existir, López Obrador tiene que pelear y seguirá haciéndolo. Hoy como candidato vencido, mañana como luchador social enardecido. Hoy como curandero rechazado, mañana como líder de un frente nacional.

Lo cual le hará la vida difícil a Felipe Calderón en las próximas semanas, en los próximos meses, en los próximos años. Y peor aún si persisten las dudas en torno al proceso electoral. Porque en política todo es percepción y la actuación del IFE ha contribuido a enturbiarla. Porque no hubo un fraude monumental, pero muchos mexicanos empiezan a creer que así fue. Porque la resistencia de tantos a contar los votos alimenta esa creciente convicción. Y peor aún: a lo largo de la campaña que lo llevó a ganar, Calderón nunca vio al país enfermo. Nunca pasó por la sala de cuidados intensivos. Nunca se asomó a la sala de emergencias. Nunca supo qué decirle a aquellos que no viven, sino sobreviven. En esta elección, Calderón fue un cirujano plástico. Y el pedazo del país que no votó por él le va a seguir exigiendo una operación quirúrgica mayor.

Mientras Calderón decide cómo reaccionar ante el otro México, López Obrador se encargará de radicalizarlo. De movilizarlo. De liderarlo a cada oportunidad. Y si no hay transparencia total en torno a cada voto que lo llevó a perder, lo hará con aún mayor vehemencia. Recorrerá el país como Jesús, diciéndole a cada uno de sus seguidores: “Levántate y anda”. Convocará a asambleas informativas, pidiéndole a sus apóstoles que no pierdan la fe. Continuará diagnosticando las enfermedades del país a las que ahora añadirá los síntomas del fraude. Y marginado de la política formal, es posible que sea más “peligroso” que dentro de ella. El líder que pudo haber sido doctor certificado, ahora convertido en curandero incómodo.

7 comentarios

FRANCISCO FLORES -

Es evidente que Denise coincide con AMLO en el diagnóstico del país. Ya han habido otros médicos de cabecera con recetas parecidas y los pobres sólo se han hecho aún más pobres. Las recetas han funcionado al revés. Y pongo un ejemplo: la estatización de la banca. López Portillo decretó la estatización en el informe del 1 de Septiembre de 1982 ante un Congreso de mayoría priísta. Lo ovacionaron de pie. Hubo lágrimas. Gritos de "¡ahora sí!". ¿Cuál fue el resultado en la realidad? El crédito prácticamente desapareció. Los bancos empezaron a ser manejados por amigos de JLP, desconocedores del negocio bancario. Para 1990, se había anunciado que la banca se re-privatizaría. Ya en 1992 se habían privatizado varios bancos. ¿Quiénes eran los nuevos dueños? Dueños de casas de bolsa, acostumbrados a obtener grandes utilidades en plazos mucho más cortos que los que se manejan en el negocio bancario. Resultado: los nuevos dueños vendieron la banca que acababan de adquirir a banqueros de verdad. Final: los banqueros ahora dueños de la banca nacional son todos extranjeros (con una o dos honrosas - y pequeñas -excepciones. ¿Ganó México con la medida patriotera - ó populista - de JLP? Yo creo que no.
Lo que hizo JLP en 1982 es lo que muchos de nosotros no queremos que vuelva a suceder en México. Por eso es que muchos de nosotros no votamos por López Obrador.

scarlett -

me quedo con AMLO COMO MI MEDICO DE CABECERA, CHARLATANES CURANDEROS JA! NI A ESO LLEGAN LOS DEL PAN.

Karina -

Muchos dicen que los que no votaron por AMLO lo hicieron por el miedo que difundieron los medios hacia él. Aunque creo que definitivamente los medios metieorn las manos, me parece que habemos muchos mexicanos inteligentes que más que ver lo que reportaban los medios vimos la forma de ser y de actuar de AMLO y no nos convenció. Coincido totalmente con Denise Dresser, y espero que de alguna forma, sea cual sea el resultado final de todo el circo que andan armando (se AMLO o sea Calderón) sepan encontrar un justo medio que no excluya a pobres, a ricos, a clase media y provoque más mal que bien.

Aída -

Perdón..no es que no me sepa el himno nacional..sólo olvidé poner puntos suspensivos...pero espero hayan entendido...el llama a la resistencia civil...yo espero el llamado a la resistencia civil pro-defensa de LOS VOTOS QUE NO FUERON PARA AMLO....sólo eso espero...

PD. Más si osare un extraño enemigo.....quizá hoy podamos decir que ese extraño enemigo es nacional...quizá sea paranoico...quizá sea de Tabasco..¿Macuspana puede seR?

Aída -

Muy buen artículo de Denisse, de hecho ella es una excelente politóloga...habrá que ver mañana los noticieros a ver que dicen..hoy solo veo que hubo muchos cientos de miles de simpatizantes de MALO en el zócalo quizá rebasen el millón...y aunque no tiene que ver con el post...sólo quiero decir que MEXICANOS AL GRITO DE GUERRA!!!! MAS SI OSARE UN EXTRAÑO ENEMIGO.........tampoco dejemos que ANDRÉS MANUEL...se quiera robar la elección....(

Gabriela Monroy Calva -

Fe de erratas: el cercano a Jesús, Católico, es el Yunque, no Obrador.

Gabriela Monroy Calva -

Lo que es preocupantes es que no ha ni una propuesta de niguno de los partidos, ni candidatos para enfrentar por ejemplo el futuro energético.
El curandero y el discípulo del Yunque- más cercano a López que Calderón - no dicen nada al respecto.
Gab