No sé si hubo fraude en la elección presidencial del 2 de julio. No tengo los elementos para afirmar o desmentir o acusación tan delicada. Hasta ahora las pruebas que ha mostrado el equipo de López Obrador me parecen muy poco sólidas y concluyentes.
Pero algo sí sé. En estos días hemos visto un retroceso tremendo en el manejo de la información en los medios masivos de comunicación. Hemos visto excesos en la parcialidad y en el intento de manipulación de la gente como los que se veían en el viejo régimen del PRI.
Sin duda, como hemos comentado aquí, la sociedad mexicana está dividida. Según el IFE, poco más de 15 millones votaron por Calderón y poco menos de 15 millones de mexicanos por López Obrador. En las familias, en los trabajos, en las escuelas se nota la división y la tremenda polarización.
Sin embargo, en la televisión y en varias estaciones de radio sólo aparece una postura. Y no sólo eso, hay una constante campaña de denostación así como de difamación con mentiras. Así, pues, como en el viejo PRI. No como en las democracias.
Afortunadamente, los ciudadanos tenemos el privilegio de pensar.
Desgraciadamente... muchos renunciamos a él. ¡¿Quién sabe por qué?!
Ya hemos comentado aquí el estudio de la Universidad de Emory en Atlanta que comprobó que los simpatizantes incondicionales de los candidatos "no razonan" y se guían sólo por la emoción de seguir a su abanderado.
Lo explico: se tomó a personas que dijeran ser fieles simpatizantes de cierto candidato, se les mostraban declaraciones claramente contradictorias de ellos y se les hacía una resonancia magnética. El resultado: la irrigación de la sangre en la zona del razonamiento no aumentaba ni oyendo las contradicciones; no las detectaban, no pensaban.
Cuando me enteré del estudio, no pensé "qué raro". Más bien, pensé, "hmm.. con razón, ya lo había notado". Es que ¿apoco no así nos comportamos como sociedad en estas campañas? La gente defendía a su candidato como si fuera Dios y justificaba todo tipo de errores por más grandes que esos fueran.
Vuelvo a los medios. Ayer en el programa de comedia política, "El Privilegio de Mandar" Televisa se descaró. Con el personaje de Cantinflas, "Canti", le tiró con todo a López Obrador para hacerlo ver como un tipo renegado que no acepta la Ley y que no debe impugnar la elección.
En realidad las televisoras hicieron eso toda la semana, pero la verdad, en este País casi nadie ve noticiarios (renunciamos de nuevo al privilegio de pensar) así que estoy seguro que el mensaje de ayer fue más efectivo.
Siendo objetivos hay que decir que los medios han mentido: López Obrador no está rechazando su derrota en la elección, porque aun no hay ninguna derrota.
Según la Ley mexicana sólo el Tribunal Electoral y nadie más puede validar la elección, decir si fue correcto el conteo de votos y declarar un ganador. Eso no ha sucedido y aun falta para que suceda porque apenas comenzó a calificar los comicios.
El impugnar no es rechazar el resultado. Es parte de un proceso que todavía no acaba. Cuando el Tribunal declare ganador, si AMLO no lo acepta, entonces sí, se podrá decir que rechazó los resultados oficiales.
Lo curioso es que los periodistas de los medios lo saben, porque conocen la Ley a diferencia de muchos mexicanos que renunciamos a nuestro derecho de pensar. ¿Entonces por qué mienten a sabiendas?
Y a diferencia de lo que dijo "Canti" no creo para nada que los grandes magnates de los medios estén pensando en el bien de México. Ya demostraron con la "Ley Televisa" ,por ejemplo, que antes que nada están sus intereses.
Eso me da tremenda curiosidad. ¿Qué hay en juego que los medios han reaccionado así tan virulentamente? ¿Qué cosa no sabemos como ciudadanos? ¿Qué es lo que realmente se está jugando? ¿Por qué Televisa está dispuesta a sacrificar la credibilidad que poco a poco había venido recobrando? ¿Qué va a ganar?
No sé si hubo fraude en la elección. No he visto pruebas serias para afirmarlo. Lo que sí veo es todo un movimiento alrededor muy sospechoso, de encubrimiento, de mentiras. Es como los hoyos negros, no los ves, pero notas la influencia que provocan en la materia alrededor.
¿Qué hay en el centro de esta elección? ¿Cuál es el centro de este hoyo negro? ¿Es que Calderón hizo compromisos que AMLO no hizo? ¿Es que las televisoras de verás creen que AMLO es un peligro para ellos y para México? ¿Por qué actúan así? ¿Es que sí hubo fraude?
No lo sé. Sólo son preguntas. Es mi derecho. Mi privilegio de pensar. Tengo derecho a escuchar todas las versiones y pensar con mi propio cerebro cuál es que más me convence, sin que me quieran imponer una.
Tengo derecho a dudar. Tengo derecho a elucubrar. Tengo derecho a dudar del IFE ¿por qué no? No es Dios. Tengo derecho a tener curiosidad. Tengo derecho a tener información confiable sin que me quieran imponer sólo una parte, la que a alguien le conviene.
Tengo derecho a decidir por mi sólo si AMLO es mentiroso o si lo es Calderón. O si lo son los dos. Tengo derecho a pensar si hubo fraude o si no lo hubo. Tengo derecho a conocer las supuestas pruebas de las acusaciones de fraude.
Y no, no estoy en lo absoluto defendiendo a López Obrador. Me estoy defendiendo a mí. Estoy defendiendo a mi sociedad, a mi país.
Puede que AMLO sea un mentiroso crónico que sólo quiere llegar al poder como de lugar. Puede que las acusaciones de fraude sean puras tonterías. Pero eso no le da derecho a los medios a tratarnos como tontos, a darnos la información qué quieren y cómo quieren. A qué decidan por nosotros, qué está bien y qué esta mal, con su cerebro y no con el nuestro.
Si hoy lo hacen con AMLO, mañana lo pueden hacer con Calderón, con Campa, con Mercado o con quien sea cuando no convenga a sus intereses. No es quien gane lo que está en juego, es mucho más. Son nuestras libertades civiles.
Gane quien gane la elección, si nos dejamos avasallar en nuestras otras libertades, ya perdimos.
Porque la democracia no es nada más ir a votar. Es participación y derechos ciudadanos todos los días, no sólo en las urnas. Es libertad para pensar y decidir. Es ser ciudadano y no sólo televidente.